lunes, 28 de diciembre de 2009

I CHING, nombre compuesto cuya traducción sería “el libro de los Cambios”, es un oráculo. La palabra oráculo proviene del vocablo latino “orare”, que quiere decir hablar. De allí que se puede definir al I Ching como “el libro que habla”.
Se supone que fue escrito hacia unos 3000 años antes de la era cristiana, considerado el libro más antiguo de la humanidad
El I CHING se inscribe dentro de la necesidad manifestada por todos los pueblos del mundo de escrutar el futuro, de predecir hechos infaustos, para precaverse de ellos.
Entre los griegos encontramos el Oráculo de Delfos, en los romanos, ciertos sacerdotes llamados augures, practicaban la adivinación observando la conducta de las aves o las vísceras de ciertos animales, los hebreos usaban los “urim” y “tumin”, mas recientemente los judíos conocieron otras prácticas basadas en la “Cábala”.
Lo que distingue al I CHING de la mayoría de los oráculos son principalmente dos cosas: carece de toda connotación religiosa, dogmas o ideología y por otro lado no es solamente una “mancia”, es decir un método adivinatorio. Es más que eso, es un instrumento de orientación frente a la realidad y de iluminación interior.
Cada signo gráfico está acompañado de ciertas frases que expresan ideas e imágenes en relación a un sujeto ideal: “el hombre superior”.
Si constituyera solamente un libro de sabiduría, una vez leído podríamos llegar a “saberlo” por entero, “agotaríamos” su contenido y lo “incorporaríamos” como con todos los demás libros. Evolucionaría, llegaría a un máximo de desarrollo y luego declinaría.
Su calidad de oráculo con el que podemos dialogar lo hace ingresar en un ámbito particular, que es el de nuestra subjetividad. El ámbito de la vida interior de cada consultante.
La forma en que se lleva a cabo la consulta es personal, lo mismo que la interpretación. La sabiduría del I CHING no es única, objetiva y para todos, sino por el contrario, es íntima, personal y propia de cada uno. Por ello consultar el oráculo es ir descubriéndonos a nosotros mismos.

PERMANENCIA Y CAMBIO

Permanencia y cambio son dos ideas en torno a las cuales se edifican dos maneras completamente diferentes de pensar, dos estilos de “racionalidad”
La forma de pensar occidental está edificada sobre la idea de permanencia o inmutabilidad de las cosas, de una permanencia ideal. El occidental dice “las cosas son lo que son”. Si cambian luego no interesa, por que supongo que tiene un ser “permanente e inmutable”
Cuando las cosas cambian frente a nuestros ojos, el hombre occidental se turba y busca la “causa”de esos cambios.
El I CHING nos invita a explicar o entender la realidad en función de su cambio o mutación.
Más nos vale aprender a vivir con los cambios, aprender a sumirlos, a percibirlos y si es posible a protagonizarlos, por que si no seremos irremediablemente arrollados por ellos. Aprender a recibir lo nuevo y sepultar lo viejo.
Los antiguos magos, autores del I CHING, encontraron una manera ingeniosa de decir lo que para ellos era el componente básico de toda realidad, el “cambio”, recurriendo al trazado gráfico de dos líneas, una entera y otra partida, acopladas horizontalmente la una a la otra.
El cuerpo original del I CHING no son vocablos ni son ideogramas, sino dos imágenes gráficas puras y simples que revelan oposición entre ellas.
La línea entera y la línea partida, en conjunto vienen a simbolizar toda realidad y todo el universo fenoménico, pero ojo, de una realidad “entendida subjetivamente”, es decir una realidad en tanto “contenido de conciencia”, porque de lo que trata no es otra cosa que del universo del hombre.
Hacia el siglo IV de nuestra era surgió en China una doctrina llamada del “Yin-Yang”que es una filosofía basada en el juego de los opuestos, tomando como modelo las líneas de I CHING. A la línea entera se la llamó “Yang”y a la partida “Yin”. La línea entera expresa todo lo positivo, todo lo claro y fuerte, todo lo directo y sobresaliente de las cosas. La línea partida expresa todo lo negativo, todo lo difuso y débil, todo lo indirecto y desapercibido de las cosas. Las cualidades masculinas tienen su expresión en la línea entera y las femeninas en la partida.
Las líneas partida y entera ponen al descubierto una gran verdad: la que nos dice que siempre, en todos los órdenes de la vida, lo distinto “ilumina”, lo opuesto “define”. Verdad no ya como “información”, como “dato”, como un conocimiento que proveniente del exterior, tomamos, se nos imparte y luego lo incorporamos. Nada de eso. Se trata de la verdad como “iluminación”interior, verdad como una “revelación” interior.

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